Imagina un universo alternativo donde Death Note no es solo un thriller psicológico sobrenatural, sino una historia profundamente realista sobre el poder, la moralidad y el crimen.
Light Yagami, aquí rebautizado como Eliot Kira, es un estudiante modelo que, tras mudarse a Estados Unidos, empieza a trabajar como pasante en una firma legal de bajo perfil. Allí, se topa con una libreta negra olvidada por un recluso. Pero esta no es una Death Note mágica: es un cuaderno lleno de nombres, contactos y detalles del bajo mundo criminal del suroeste. Eliot lo usa para chantajes, manipulaciones legales y crear su propio “sistema de justicia”.
Pero lo que comienza como una cruzada para limpiar la ciudad de narcos y asesinos, se transforma en un juego sucio donde el poder corrompe. Kira Blanco, como empiezan a llamarlo los federales, no mata directamente, pero orquesta la caída de criminales usando información privilegiada, fraudes legales y una mente afilada que rivaliza con la de Heisenberg.
Light Yagami en un mundo alterno
En un mundo sin shinigamis ni libretas mágicas, la justicia de Light Yagami no desaparecería. Se adaptaría. Evolucionaría.

Aquí, Light no escribe nombres que provocan ataques cardíacos. No necesita una Death Note para hacer justicia. Necesita información. A diferencia de Walter White, que cae en la criminalidad por desesperación y orgullo, Light entra por convicción. Lo que los une es la arrogancia. La presencia de Light en este universo subraya un mensaje inquietante: que la línea entre héroe y villano no solo es delgada, sino perfectamente razonable cuando se mira desde el ángulo correcto
Ambos creen que el mundo necesita a alguien como ellos. Ambos están dispuestos a destruir lo que sea necesario para mantener su imperio. Pero mientras Heisenberg construye un negocio, Light construye una ideología. Una nueva moral. Un mundo sin delincuentes, al costo de convertirse él mismo en el mayor de ellos.
Lo más perturbador de este Light no es que mate. Es que no necesita hacerlo. Su guerra no se libra con violencia, sino con manipulación, chantaje y un uso escalofriante de la burocracia.
Un personaje como Jesse Pinkman sería un espejo moral fascinante para este Light realista. Donde Jesse se retuerce por cada muerte, Light se vuelve más frío. Al cruzarse sus caminos, se vislumbran las dos caras de la humanidad: una arrastrada a la oscuridad por la culpa, y otra que camina en ella convencida de que es luz. La tensión entre ambos podría construir un arco narrativo donde Jesse sea quien intente destruir a Kira, no por deber, sino por desesperación ética.

El desierto de Nuevo México no necesita sobrenaturalidad para ser el purgatorio perfecto para alguien como él. Eventualmente, los caminos de ambos se cruzan. Light, fascinado por la mente brillante de Heisenberg, decide no destruirlo de inmediato. ¿Aliado o rival? Al igual que en Death Note, la pregunta central permanece: ¿Light hace justicia o solo juega a ser Dios? En Breaking Bad, sin poderes sobrenaturales, su inteligencia se vuelve más peligrosa aún. Porque en este mundo, nadie tiene un shinigami que lo proteja: solo su ingenio y su ambición.
Breaking Bad mostró cómo un hombre bueno puede volverse malo, esta historia mostraría cómo alguien con ideales de justicia puede perderse en su propia lógica. La presencia de Light en este universo subraya un mensaje inquietante: que la línea entre héroe y villano no solo es delgada, sino perfectamente razonable cuando se mira desde el ángulo correcto.