A veces, los personajes de anime no se quedan atrapados en sus series. Escapan. Se filtran entre los recuerdos, los suspiros y las preguntas que nunca hicimos. Hay una especie de tristeza en amar tanto a un personaje que empieces a imaginar cómo sería si existiera de verdad. Y cuando la mente otaku empieza a combinar esos afectos, nacen figuras que no viven en ningún canon, pero que se sienten más reales que muchos rostros de carne y hueso.
Imagina, por un momento, que Bulma y Yor Forger no pertenecieran a universos distintos. Que en algún rincón de la memoria colectiva, se hubieran cruzado. Tal vez una noche lluviosa en Tokio, o en una cápsula del tiempo perdida en el espacio. Lo que emerge de esa colisión de mundos no es solo una combinación de habilidades, sino una historia que nunca se escribió.
Ella sería una mujer que camina en dos tiempos. El presente brillante de la tecnología que avanza sin freno, y el pasado oculto bajo una capa de secretos y sangre. Como Bulma, comprendería el lenguaje de las máquinas, pero al igual que Yor, entendería el silencio de los que matan por proteger lo que aman. Una mezcla de ciencia y culpa. Una mujer que diseñaría artefactos imposibles con las manos temblorosas por las cosas que ha hecho para sobrevivir.
Su nombre no importa. Nunca lo sabremos. Solo que existiría entre líneas de código y recuerdos rotos, una madre que oculta armas detrás de cápsulas, una esposa que inventa sonrisas mientras es perseguida por sus propias creaciones. Una mujer demasiado brillante para no destacar, pero demasiado rota para mostrarse por completo.
Visualmente, se dibujaría con el azul pálido del cabello de Bulma, ya un poco opacado por el gris de la melancolía. Sus ojos serían grandes y profundos, pero no por inocencia, sino por la costumbre de buscar constantemente salidas, amenazas, debilidades. Vestiría práctico, sin llamar la atención, aunque podría desarmarte con una mirada y construir un satélite con piezas de cocina. Siempre alerta. Siempre un poco sola.
Esta fusión no sería una heroína tradicional. Sería la mujer que sostiene al mundo sin que el mundo lo sepa. No pelearía por gloria, sino por redención. Como Yor, mataría si es necesario. Como Bulma, se negaría a dejar de creer en el futuro.
Su drama no sería visible a simple vista. Viviría en los pequeños gestos: la forma en que aprieta los labios cuando escucha una noticia que prefiere ignorar. El destello que se apaga en sus ojos cuando habla de su pasado con palabras vagas y medidas.
Y aunque todo suena como un espejismo, esta figura imposible representa algo real. Representa a todas las mujeres fuertes que han debido construir desde las ruinas. Las que crean vida mientras destruyen amenazas. Las que sonríen para no quebrarse. Las que aman en silencio porque el mundo nunca les dio permiso para otra cosa.
Quizás por eso duele tanto imaginarla.
