Gojo Satoru en Grand Line: cuando el hechicero más poderoso se convierte en leyenda pirata


Cuando Gojo Satoru apareció en la cubierta de un viejo barco pesquero, nadie sabía de dónde venía. La llegada de Gojo Satoru no fue solo una anomalía, sus ropas negras, su andar despreocupado, y esa venda blanca sobre los ojos escondían algo más profundo que poder: sabían que no encajaba. Como si hubiese venido a recordarle a piratas y marines que, al final, la verdadera fuerza no viene del poder en sí, sino de saber quién eres.

En un mundo donde los usuarios de frutas del diablo deforman la realidad con habilidades sobrenaturales, Gojo no desentonaba. Él no era producto de un poder comido, cayó del cielo, en medio de una tormenta. Literalmente.

Cuando lo encontraron pensaron que era Tenryuubito caído en desgracia, por su porte y su
arrogancia. Quedaron paralizados, bastaron unos segundos para que todo cambiara. Los marines lo observaron desde el principio, pero no actuaban. No era un pirata, ni un revolucionario. Era algo más extraño: alguien que no buscaba nada en un mar donde los sueños de los piratas chocan contra las olas del sistema.

Lo más extraño no fue su poder, Gojo no fundó una tripulación. No declaró guerra a nadie. A veces ayudaba a una isla oprimida, otras veces simplemente desaparecía en medio de una niebla que ni los log poseen, contaba historias de un mundo diferente que nadie entendía del todo, pero quienes lo escuchaban sabían que había verdad en su voz.

Nadie entendía su objetivo, y eso lo hacía más temido que cualquier Yonkou. Su poder, ilimitado, no era solo un nombre. Era una realidad que se imponía en un mundo donde incluso los dioses necesitan barcos y alianzas. Decían que derrotó a un vicealmirante con una mirada, que navegó por Calm Belt como si las bestias marinas lo respetaran, que
compartió una copa con Barbanegra. Cada isla por la que pasaba lo recordaban por la tristeza en sus ojos, no por su fuerza. Los niños lo seguían fascinados por su extraño humor y su habilidad de estar en dos lugares a la vez.

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En un mundo de reglas flotantes, él era el único que no necesitaba seguirlas ni romperlas. Simplemente existía fuera de ellas. Hay quienes lo siguen esperando. No porque les deba algo, sino porque su paso les recordó que no todo en el mar es conquista y gloria. No busca tesoros. Busca sentido, por eso, aunque nunca buscó ser Rey de los Piratas, muchos lo llamaron así. Porque en el mar más impredecible del anime, Gojo Satoru fue lo más cercano a un reinado absoluto que no necesitó trono, ni flota, ni corona.

Solo una venda, una sonrisa, y el conocimiento de que nadie, ni siquiera el mar, podía tocarlo. Eso lo convirtió en una leyenda diferente. Una que no busca ser recordada, pero que nunca se olvida.

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