Shinji Ikari x Fullmetal Alchemist: Crossover del Piloto de Evangelion en Busca de Redención y la Piedra Filosofal

Shinji Ikari nunca quiso ser un héroe. Nunca pidió pilotar un EVA, ni cargar con los pecados del mundo. Solo quería que alguien lo aceptara sin condiciones. Por eso, cuando el silencio reemplazó a los gritos y el olor a LCL desapareció, no se sintió aliviado. Se sintió vacío. Su llegada a Amestris fue como un suspiro: imperceptible, fuera de lugar. Sin explosiones ni portales. Simplemente despertó en un mundo donde la ciencia era tiza, los milagros tenían un precio, y los errores se pagaban con carne.

No hay NERV. No hay Tercer Impacto. Aquí no hay Evangelions que responderán a su llanto. Solo alquimistas que buscan redención, hermanos que pelean contra las leyes de la vida, y un país donde las cicatrices son visibles en cada pared rota. En este mundo de metales transmutados y valores intercambiables, Shinji no tiene nada que ofrecer. Pero también, por primera vez, nadie le exige nada.

Observa. Escucha. Aprende. No necesita entender toda la alquimia para captar su principio más básico: intercambio equivalente. Dar algo para obtener algo. Una regla tan justa que casi duele. En su mundo, todo fue caos, manipulación emocional, órdenes disfrazadas de amor. Aquí, la alquimia promete estructura, incluso moral. Y Shinji, que siempre temió actuar porque nunca entendió las consecuencias, empieza a encontrar algo parecido a un camino.

Se cruza con los hermanos Elric. No los admira, pero los respeta. Edward, con su furia disfrazada de intelecto, le recuerda a alguien que no sabe si extraña. Alphonse, atrapado en una armadura vacía, le refleja una verdad demasiado cercana: sentirse hueco, pero seguir adelante. No les dice mucho. Pero camina con ellos. Ayuda cuando puede. Y toma nota de lo que no quiere repetir.

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Dibuja círculos de transmutación como si fueran refugios. Se refugia en bibliotecas, en trenes, en pueblos donde nadie lo conoce. En cada lugar deja algo pequeño: una flor, una frase, una mano tendida. No quiere cambiar el mundo. Solo evitar que se rompa un poco más. No busca la Piedra Filosofal por poder, sino por posibilidad. Porque en ese mito que promete romper la regla de intercambio, ve una esperanza: tal vez, con ella, podría arreglar algo en sí mismo. No reparar. No corregir. Solo detener la sensación de deshacerse cada vez que respira.

Pero Amestris también es cruel. Las guerras lo alcanzan. La ambición de otros lo arrastra. Ve a personas morir por decisiones que no entendió, y aun así carga sus nombres como si fueran propios. No pelea con armas. No lanza técnicas espectaculares. Pero cuando hace falta, actúa. Callado. Con miedo. Pero actúa. Porque ha aprendido que el valor no está en no temer, sino en no rendirse al temor.

A veces sueña con Asuka gritándole. Con Kaworu sonriendo como si supiera algo que él no. Se despierta empapado en sudor, rodeado de fórmulas que ya no recuerda haber escrito. Se sienta, mira el cielo artificial de una ciudad militar, y piensa en el intercambio. ¿Qué ha dado hasta ahora? ¿Y qué ha recibido a cambio?

Shinji nunca será un alquimista estatal. Nunca será un símbolo. Pero tal vez, en medio del polvo y la piedra, se ha vuelto algo mucho más raro: un humano que eligió no huir, a pesar de que todo dentro de él le rogaba lo contrario. En un mundo donde incluso la alquimia tiene sus límites, él aprendió que seguir viviendo, con culpa, con miedo, con memoria, también es una forma de transmutación.

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Y cuando todo esto pase, cuando los libros se cierren y los nombres importantes sean recordados, quizás alguien mencione a ese chico silencioso que no buscaba poder, ni perdón, ni venganza. Solo un lugar donde pudiera existir sin desaparecer.

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